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sábado, 11 octubre, 2025

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Chispazo/La crisis moral de la Cuarta Transformación


Felipe Guerrero Bojórquez

Siempre, en su inicio, cada gobierno pretende construir una era moral y sus líderes juran que serán los mejores de la historia. El de la llamada Cuarta Transformación quiso ir más allá: prometió purificar la vida pública.

Pero hoy, entre el monumental robo de todos los siglos llamado huachicol fiscal, Birmex, Segalmex, cuentas en Suiza, viajes intercontinentales, La Barredora, y residencias en Tepoztlán, la promesa se desvanece y el discurso de la “austeridad republicana” viaja en primera clase y sus actores predican humildad desde mansiones, ranchos, restaurantes gourmet y hoteles de lujo.

En las últimas horas, The New York Times, la Revista Proceso y medios como XpectroFM han ventilado lo que el oficialismo quiso mantener bajo la alfombra: la corrupción externa se volvió chiquita, lejana, y ahora es huésped distinguida en la casa de Morena.
El hijo del expresidente, Andy López Beltrán, aparece presuntamente vinculado a triangulaciones millonarias en Suiza junto al senador Adán Augusto López y al empresario Amílcar Olán, su amigo entrañable y operador consentido.
Proceso documenta el “huachicol fiscal”, el fraude tributario más grande del sexenio, tejido bajo la mirada complaciente de López Obrador, con militares y marinos convertidos en administradores del saqueo nacional.
Y XpectroFM desnuda otra vertiente del mismo cáncer: los hijos del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, presuntamente triangulando obras públicas con empresas constructoras y evadiendo impuestos.

Es terrible el escenario: El partido que se fundó en nombre de los pobres se está corrompiendo en nombre de la impunidad. La presidente Sheinbaum promete que se castigará a los corruptos, sean quienes sean, tope donde tope, pero en tanto, a diario, la prédica es pisoteada desde todos los rincones del poder: Desde la federación, estados y municipios; desde altos funcionarios, hasta inspectores que en las localidades, envueltos en el chaleco guinda, piden moches y extorsionan bajo el manto de la 4T.
¿Austeridad y honestidad? López Obrador se desgañitaba diciendo que «no puede haber gobierno rico con pueblo pobre». Los viajes, los lujos, los gastos insultantes, los millonarios ingresos declarados con cinismo y los grandes negocios al amparo del poder, hoy lo desmienten.
Andy López Beltrán, Adán Augusto, Mario Delgado, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña. Todos desfilan en la misma pasarela de la falsa moral: El hijo derrochador del mesías; el senador de millonarios negocios inexplicables y del viejo priismo reciclado; el líder de los diputados que exige sobriedad pero celebra aniversarios en España; el tribuno marxista, autoproclamado defensor de los pobres, que compra una casa de 650 mil dólares y la defiende como “derecho personal”.

Dice la Comandanta Sheinbaum, con una frase más cercana a la absolución, que el pueblo es el que juzga, no la ley. Pero tiene algo de razón, porque la indignación no ocupa tribunales cuando la hipocresía y la degeneración son tan visibles.

Y es que Morena nació de una promesa moral: Destruir al viejo y corrupto régimen, y para ello su narrativa fue la pureza de sus principios. La historia de los mesiánicos no miente. Tarde o temprano, el predicador se vuelve espejo de lo que juró destruir.

El movimiento que habló de no mentir, no robar y no traicionar, se enfrenta ahora a sus propias promesas, a partir de que no pocos de sus dirigentes repiten hoy las costumbres del viejo modelo: el dinero fácil, los privilegios, las justificaciones, la soberbia, la corrupción y la impunidad.

Lo que enfrenta hoy el régimen son signos tempranos de una crisis de legitimidad. Y eso ocurre cuando el desencanto no es pasajero, sino que también se convierte en estructural. Regenerar la República se volvió retórico, porque quienes lo prometieron salieron igual, o peor, que los que iban a combatir. La ira popular no necesariamente nace del odio de clase, sino del agravio moral. La gente no se indigna por ver dinero legítimo, se indigna ante la hipocresía de los que nunca lo tuvieron y hoy, de la noche a la mañana, lo exhiben como “fruto de su trabajo”.

El obradorismo prometió moral pero olvidó que el verdadero credo, a parte de rezarlo, se demuestra. “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre” y sin embargo lo hay. Funcionarios corruptos y líderes de partido enchufados a negocios al amparo del poder, desmienten la frase del mesías. Y es que ellos no han hecho más que ratificar una sentencia infalible: la corrupción no tiene ideología, sólo hambre.

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