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sábado, 18 enero, 2025

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CHISPAZO/¡Pobre Iluso¡


¡POBRE ILUSO!
Felipe Guerrero Bojórquez


Hoy Culiacán amaneció de nuevo entre balaceras en diversas colonias del sector oriente. Al momento de escribir estas líneas no se sabía de la existencia de víctimas, pero seguramente sí del daño emocional de una población que vive con miedo, pidiéndole al Señor que ya termine este martirio.

No, no es exageración, porque solo el que vive entre detonaciones de alto calibre sabe lo que se siente. Un día en una zona de la ciudad, otro día en otra; y así al paso de los días de una guerra que parece interminable, pese a la presencia de 10 mil soldados que se ven y no se ven. No se ven cuando no pasa nada y solo se ven cuando llegan ya tarde a levantar cascajos o a levantar muertos.

Más tardes conoceremos la versión de las autoridades, expertos sus voceros en tratar de maquillar lo que muchos vieron y todos escucharon. Para la parte oficial la exageración sí existe porque las redes sociales son más escandalosas que las detonaciones, y porque los periodistas de ahí se nutren, de los audios y videos que en tiempo real suben los ciudadanos para dar a conocer lo que ocurre. Total, es probable que digan que fuera de estas balaceras no pasa nada y que por lo tanto el saldo blanco es el que se debe celebrar.

Ojalá y el «no pasa nada» del gobierno fuera cierto. Pero desgraciadamente resulta que sí lo es. Son dos realidades paralelas: La que existe en la mezquindad de los que se supone nos gobiernan y la que padece la gente que vive con el Jesús en la boca, a merced del destino, en este contexto, directo o colateral. Una realidad que se traduce en muerte, despojo, secuestro, robo y en fuerte daño emocional. Esto último es reiterativo pero no deja de ser cierto.

Pero en sus conferencias la autoridad se esforzará por mostrar cifras para argumentar que la violencia ya alcanzó el grado de «normal». Que es esa la violencia que teníamos antes de la guerra, y que por lo tanto la gente ya puede transitar por las noches sin que sufra consecuencia alguna. Invitan pues a que los ciudadanos vivan la realidad gubernamental porque, por lo contrario, la realidad violenta ha sido un invento, una exageración de las redes sociales y de los medios. Solo falta les falta decir que la presencia de los 10 mil soldados y policías se debe a que les encanta Sinaloa, y que es esa la razón por la que se encuentran aquí, no porque haya guerra o algo parecido. Que también los enfrentamientos entre la chapiza y la mayiza en realidad se deben a diferencias entre hermanos y camaradas, pero que ya les pidieron a sus mamás, abuelas y tías que los regañen, que se pongan en paz porque no dejan dormir a la gente. Ah, pero además, que no hagan sus travesuras frente a los niños porque los asustan.

Es cierto, como todo fenómeno, las guerras tienen sus altas y sus bajas. Es probable y deseable pues que pudiéramos estar arribando a la curva descendente a partir de diversos factores: Que entre las facciones se hayan puesto de acuerdo como vaticinó el General Jesús Leana Ojeda; que la presencia militar, algunas detenciones y decomisos, haya replegado a las partes en conflicto, o bien que desde el gobierno federal se haya buscado un acuerdo con las o alguna de las facciones para el cese de las hostilidades. Todo es posible.

Ya veremos si ante el acercamiento de la Navidad las almas de los jefes en pugna se iluminan y acuerdan una tregua, al menos esto. Y que para año nuevo la lluvia de balas se reduzca a un chipi chipi, aunque la verdad sería mucho pedir. Todo es posible.

También que las autoridades en lugar de buscar pretextos y culpables en la sociedad y los medios, busquen soluciones que para eso las pusimos y les pagamos. Todo es posible, aunque desde el fondo el escepticismo mueva la cabeza como diciendo: ¡Pobre iluso! Concedes demasiado.

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