Juan Lizárraga Tisnado. NOROESTE-Mazatlán el 24 de septiembre de 1982.
Ni qué decir del atractivo principal de Mazatlán: es su mar. Los turistas (y hay muchos habitantes de la ciudad de México que no lo han visto), quieren conocer el mar, por eso vienen y miren ustedes que al océano hay que admirarlo tal cual es, desnudo, sin nada que lo cubra, mucho menos adornado con adefesios o destruir las montañas que de manera natural adornan sus orillas.
Como mazatlecos casi no nos damos cuenta de lo anterior y habría de ser alguien que nació aquí, vivió en su infancia y retorna al puerto tras larga ausencia, quien note la diferencia entre el Mazatlán de hace treinta, veinte o diez años y el de hoy. Es Antonio López Sáenz, con la autoridad que le brinda el ser capturador de paisajes, fundamentalmente de cuadros marinos, quien opina al respecto.
Que se construyen hoteles, feos o bonitos en las playas alejadas de Mazatlán, no viene al caso comentarlo ahora, como sí los paseos y lugares costeros que estaban a la vista del público. “A la vista”, hemos dicho.
López Sáenz comienza por el faro, ubicado en una montaña, en el Cerro del Crestón, que como tal inflama el pecho el orgullo de tenerla, porque ahí está el guía de los barcos segundo en el mundo por su altura natural.
Había sido una belleza gratuita y admirable, disfrute de cientos de turistas que hacían gala de su resistencia para ascender hasta la cumbre. Sofocados, son recibidos por la fresca casita que hoy, milagrosamente se mantiene aún en la cima, pues la majestuosa montaña es objeto de una cotidiana destrucción. Los bombardeos para obtener material para construcción le han reducido al mínimo su belleza y su redondez es ahora una especie de navaja de roca. El acceso a este paseo se ha ido cerrando, no sólo por un feroz perro que cuida el paso a una de las faldas del cerro, sino por la ceguera urbanística con que se ha construido en sus alrededores.
Este plácido refugio de los amantes, este paraíso de los pescadores roqueños, este bellísimo reto de los atletas diarios, este concierto de la naturaleza, nos está siendo arrebatado. El coloso está siendo derribado ante la indiferencia de los mazatlecos.
Y enfrente, se ven los restos, una tercera parte de lo que fue “Isla de Chivos”, la que sucumbió por la misma causa.
Y acá, de este lado está el Cerro del Vigía donde un hijo adoptivo de Mazatlán, Jesús González, bautizado como “El apóstol del árbol”, cubriera la tierra con pinos, existe una pérgola mirador hecha como un homenaje a nuestros héroes, que está convertida en una ostionería.
Ahí mismo, en el Cerro del Vigía, está otra prueba del abandono: el edificio del que fuera Observatorio Meteorológico, linda muestra de arquitectura romántica popular y una de las más admirables ventanas para contemplar el océano, se deshace al paso de los años. Como burla, a un costado se construyó un edificio para una dependencia marina y a nadie se le ocurrió hacerle una remodelación siquiera.
Hacia el mar, los miradores están abandonados. Si acaso se alabará la destrucción de la Carpa Olivera, y la ubicación de la estatua a la mujer, pero no la incongruencia estética que representan los edificios de Turismo y de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. La ofensa de estos adefesios a nuestro patrimonio litoral, no tiene perdón.
Los ejemplos de inconsciencia continúan. Difícilmente los mazatlecos recuerdan la existencia de la garita militar mantenida oculta por la inútil Casa del Marino. Jamás, que se recuerde, autoridad alguna ha rendido un homenaje de recuerdo a los valientes hombres que defendiendo al puerto durante la invasión francesa.
Un tramo más y nos topamos con la espantosa aridez de los edificios que forman el conjunto de la Escuela Ciencias del Mar, y… para terminar, los horripilantes baños públicos que tal parece nunca se concluirán. Sería una fortuna si los derrumbaran o construyeran otros pequeños, acordes al trópico y que encajen, que armonicen con nuestro panorama marino.
López Sáenz resume lo anterior así: el mar es la principal riqueza de Mazatlán y la proliferación de cantinas, fondas, tiendas de curiosidades, intereses de lucro, la irresponsabilidad oficial, pero más que todo la indiferencia de los ciudadanos, está terminando con este nuestro litoral costero.
FOTOS con fines ilustrativos obtenidas de internet.