- Hay pocos programas de comunicación social por falta de patrocinadores.“Los empresarios no quieren saber de cultura porque no es vendible”, afirma Ricardo Rocha.
Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 30 de diciembre de 1981.
Bien documentado, con datos precisos, y dominador de la problemática, el licenciado Ricardo Rocha expuso críticamente la situación de la televisión en México e hizo algunos reclamos a los Ejecutivos de Venta y Mercadotecnia de Mazatlán, en una conferencia titulada “La comunicación social y la televisión”.
Con varios premios en su haber, licenciado en Administración de Empresas y trabajador de Televisa desde su fundación, Ricardo Rocha empezó su disertación con un intento de definir el concepto de comunicación social.
“La televisión nace como un medio de entretenimiento. Nadie pensaba en la importancia social que tendría –como la tiene hoy que es el medio de mayor penetración– en corto tiempo, pues apenas tiene 30 años como tal y su principal impacto eran los noticieros, en principio la simple transmisión de periódicos”, hacía el preámbulo.
¿Qué es la comunicación social? Algo sobre lo que los estudiosos no se han puesto de acuerdo al defenderlo, pero es entendible. “Nace una cierta forma de conciencia de la televisión y de sus propios alcances, participa en los programas y no sólo divierte y entretiene; la televisión se enfrenta a sí misma y a la sociedad con los objetivos de presionar, renovar y ampliar una cultura nacional, trata de enriquecer nuestro idioma y origen”.
Sin desdeñar a los otros medios, hablaba sólo de la televisión porque ésta “tiene características muy propias: la imagen más integral, más completa, asume un compromiso de objetividad (es más fácil ser subjetivo en otros medios y en la TV más difícil manipular la información); el receptor tiene su propia versión; la selectividad es muy especial y está en casa permanentemente; es instantánea.
El mundo empezó a cambiar desde que la televisión empezó a transmitir de manera simultánea a más de 100 millones de auditores en todo el mundo. Su penetración es mucho mayor a la de cualquier otro medio, sin embargo, es complementaria.
LA IZQUIERDA NO CREE EN TELEVISA
Sintetizada así su conferencia, se pasó a preguntas y respuestas. Hubo quien le preguntó por qué se daba poca proyección a la oposición política de México y respondió:
“Esto forma parte de nuestra realidad: se da más difusión al PRI porque es el partido mayoritario y tiene el apoyo del gobierno. Hemos hecho esfuerzos por difundir a otros partidos, pero la izquierda no cree en Televisa, no la invita a sus actos y (hablando en términos alusivos a los presentes) no saben vender su ideología partidaria”.
Una persona le preguntó su parecer sobre la televisión oficial, es decir, sobre el Canal 13, y después de aclarar que no era partidario de atacar a ese sector, señaló:
“Ojalá y fuera mucho más fuerte y mejor, porque esto nos obliga a superarnos, pero sus índices de auditorio son bajos, los cambios y la inestabilidad que lo caracterizan perjudican a Televisa, porque mientras no se supere la televisión oficial, esta empresa seguirá siendo el monopolio, el monstruo televisivo”.
¿Por qué hay pocos programas de comunicación social? Quien hizo esta pregunta recibió un reproche: “Faltan patrocinadores. Los empresarios no quieren saber de cultura porque no es vendible y los mejores programas cuestan”.
REGLAMENTAR LA INFORMACIÓN, INCONGRUENCIA
¿En qué medida se perjudicaría a la televisión privada si se reglamenta la información? Fue una buena pregunta que entusiasmó al conferencista y la respondió con conocimiento de causa, con ligeros rodeos para llegar al grano:
“Es iniciativa de ciertos sectores del Estado a la que no me opongo, pero creo que es muy cuestionable porque es una falta de congruencia”.
“Se piensa que con un simple reglamento todo va a funcionar excelentemente, más hay un derecho penal y existe corrupción; hay una constitución y a cada momento se cometen atropellos. Podríamos pedir que se reglamentara la corrupción o el pudor”.
Y ofrece argumentos: “Supuestamente busca claridad, participación popular y algo muy relativo: incrementar los valores nacionales”.
Hace la crítica: “¿Claridad? No se sabe de dónde salió el citado proyecto. ¿Democracia? A ningún informador se ha consultado y la hicieron intelectuales que nunca han estado en una sala de redacción frente a una máquina de escribir. ¿Participación popular? Es una pose demagógica, ya que no se puede dejar la información en mano de un sindicato o de los trabajadores.
Y remata su defensa hacia Televisa: “No hay temor a la ley. Lo que preocupa es que la reglamentación y su ejecución vayan a quedar en manos de gente con intereses políticos, pasajeros y circunstanciales. Luego, nadie puede decir que el Estado sea un gran utilizador y manejador de los medios de comunicación social”.